Dick Johnson is Dead (2020), documental de reciente estreno en Netflix cuyo título en castellano es Descansa en paz, Dick Johnson, retrata los que podrían ser los últimos años en la vida del protagonista, que comienza a manifestar síntomas tempranos de Alzheimer.

Los adventistas, religión que profesa la familia Johnson, consideran que el Mesías en algún momento retornará a la tierra para llevar a los hombres, vivos y muertos, al paraíso. La clave, según repiten en la película, es no ser olvidado para que en el día clave la mudanza a un lugar mejor por el resto de la eternidad pueda concretarse. No es en principio la misma consideración por la muerte, vista en este caso más como un pasaje a una sala de espera, que la que pueden tener aquellos que la perciben como un final más definitivo.
De todos modos asusta, tanto como la enfermedad. Kirsten Johnson, documentalista de larga trayectoria, decidió que, a diferencia de lo sucedido con su madre, iba a registrar en cámara los últimos años de su padre, aunque con un agregado. Hija y padre van a jugar a que, de distintas formas y en distintos momentos, él se muere. A ver si así puede ser conjurada la idea de morirse, siempre tan difícil de aceptar.

Hay muchos factores en juego que explican la realización de la película. Dick no podía seguir viviendo solo en Seattle mientras sus capacidades mentales comienzan a deteriorarse. Kirsten tampoco puede moverse de New York, en la otra punta de Estados Unidos, donde está instalada con sus hijos. La mudanza del padre a la gran ciudad, y su incipiente enfermedad, además, pueden ser catalizadas mediante la realización del documental. A veces el trabajo puede ser una forma de lidiar con los problemas.
En Dick Johnson is Dead hay dos partes que se combinan a lo largo del metraje. En la primera mitad priman las escenas en las que la muerte de Dick se monta de forma ridícula y espectacular a la vez. Así es como, de distintas formas, encuentra su final al caerse por la calle, golpearse de formas absurdas y en otras circunstancias. Es tan gracioso el resultado final como el ´making of’, durante el cual padre e hija comparten diálogos y bromas.

Eso es así porque Dick Johnson es un muy buen personaje para un documental. Sus ojos brillan de felicidad mientras sus palabras, siempre medidas y cordiales, terminan de definir una personalidad que en pantalla provoca, instantáneamente, afecto y empatía. El otro componente está dado por la fragilidad física y mental de una persona, lo que su hija deja muy bien sentado desde la primera escena de la película, en la que su padre se cae mientras juega con sus nietos. No pasa nada, solo un golpe, pero deja bien sentado el estado físico de Dick.
En la segunda mitad del film, según el relato de Kirsten la enfermedad avanzó. Son menos las bromas y los momentos de lucidez, mientras cobra más peso el testimonio del decaimiento, aunque el protagonista nunca pierda la alegría de vivir. En el desenlace la película juega al límite con el humor negro, del que hay mucho todo el tiempo. Así, entre un funeral falso y otros compases, padre e hija atraviesan el difícil trance de enfrentar la muerte, y en el camino, dejan una gran película para dar testimonio de esa danza.

La película está disponible en Netflix.