Salir a comprar

Mis habilidades para la clarividencia son nulas y se las reservo a aquellos cuyo trabajo depende de ellas. Veremos, llegado el momento, si las decisiones tomadas han sido las acertadas y si nuestros dirigentes estuvieron a la altura de las circunstancias.

Grafiti en una puerta con el texto «algunas personas son tan pobres que lo único que tienen es dinero». MA1216 (CC BY-NC-ND 2.0)

Ayer me vi obligado a salir a la calle después de mucho tiempo encerrado en mi casa. Tal vez usted, querido lector, se pregunte el motivo por el que le cuento esto o tal vez piensa que me debería ir al carajo ya que bien poco le importa lo que me ocurra; en ambos casos es libre de pensar lo que quiera, pero debe comprender que son muchas ya las semanas que llevo encerrado en estas cuatro paredes y necesitaba hablar con alguien y quien sabe, tal vez usted mismo se vea reflejado en la misma situación en la que yo me encuentro.

Los suministros son los que son y no me quedó más remedio que ir a comprar al supermercado. De camino aproveché para comprar en el quiosco un ejemplar de uno de los diarios más vendidos. Tuve que esperar a unos cuantos pasos de distancia del mostrador a que otra persona acabara de pagar. Recuerdo haber pensado lo extraña que resulta esa desconfianza y prudencia en los demás, o tal vez estuvieron ahí todo el tiempo y era yo el que no sabía verlas. Mientras esperaba, leí de forma apresurada algunos titulares y entradillas en los diarios desplegados ante mí y me fijé que en todos ellos aparecía, repetido hasta la saciedad, ese nuevo mantra sobre el cambio que está todavía por llegar. Le di los buenos días al dependiente, apunté con el dedo hacia uno de los periódicos y pagué en efectivo.

Al salir del quiosco, ya con mi periódico bajo el brazo, no pude evitar fijarme en una hoja de papel que había en el suelo y que estuve a punto de pisar. Era una página arrancada de algún libro; a juzgar por el tamaño de la letra y los ornamentos parecía sacado de algún libro para niños. Decidí leer detenidamente más tarde el recorte así que lo guardé en el bolsillo de la chaqueta. Me dirigí al supermercado, compré tanto como iba a ser capaz de transportar después (es decir, por encima de mis posibilidades) y regresé de nuevo a mi trinchera.

Trabajé el resto del día y revisé mi correspondecia y redes sociales. Alguien en Twitter se quejaba de no poder comprar el nuevo teléfono de una afamada compañía por primera vez después de ocho años haciéndolo. Seguí bajando en la línea de publicaciones y me enteré de que todo el mundo ponía el grito en el cielo con motivo de los consejos de Donald Trump sobre cómo combatir la covid-19. Hasta bien entrada la noche no me acordé del recorte que había guardado y, a pesar de haber buscado por todas partes, no lo he encontrado. He decidido escribir aquí lo que recuerdo del recorte por si usted conoce el original. El texto estaba incompleto y tal vez para mí permanezca para siempre así.

«Había una vez un joven con aspiraciones tan grandes que nunca se contentaba con nada. El muchacho procedía de una familia adinerada de origen extranjero y con el paso de los años su codicia aumentaba cada vez más. El dinero nunca era el suficiente, siempre se podía conseguir más para comprar esto e invertir en lo otro. Tuvo sus éxitos y también sus notables fracasos, pero nunca lo suficientemente desastrosos como para no volver a intentarlo de nuevo. La suerte le sonrió durante casi toda su vida y siendo ya un anciano llegó a ser el presidente de uno de los países más importantes de un pequeño planeta. Su mandato se caracterizó por sus excentricidades, pero ahora la gente, tantos años después, recuerda con nostalgia aquellos tiempos supuestamente mejores, más felices y…«

Tal vez el recorte se encuentre por algún lugar ahí afuera; tal vez algún niño, ahora que pueden salir de sus casas, lo encuentre, lo lea e imagine un final; o tal vez será llevado por el viento hasta ser aplastado por la rueda de algún coche conducido por alguien pensando en cómo hacer frente a las facturas. Parece que hoy me espera otra noche de insomnio. Me tomaré un chocolate caliente.

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