Seguiremos persiguiendo molinos

Terry Gillian es un director singular. A saber la dimensión de las locuras que desfilan por su tormentosa mente. Cuántas de ellas se hacen realidad y cuántas se quedan en el mundo de las ideas. Esta vez, una de sus locuras se ha materializado en película. Largos años lleva Terry ansiando este día. Y, por fin, llega a las salas El hombre que mató a Don Quijote.

El proyecto de adaptar la novela de Cervantes, ha sido perseguido por muchos y logrado por muy pocos. El propio Orson Welles, que redefinió por completo el mismo cine, se vio incapaz de llevar a cabo semejante empresa. Terry Gillian no iba a ser diferente ante la maldición del caballero de la triste figura.

Intentó adaptarlo un par de décadas atrás. Y viendo sus sueños rotos por todo tipo de contratiempos que superaban los márgenes de los comprensible y lo humano, se vio obligado a renunciar al proyecto, desmontándolo por completo.

Pero aún así no desistió en su empeño por rodar esa película maldita. Recuperó los derechos del guion y se dispuso a volver a la carga. Tremendos cambios argumentales y de reparto quedaron como secuela de semejante odisea. Y la película que ahora llega a las salas parece distanciarse mucho de la idea original.

El hombre que mató a Don Quijote me resulta una película cutre, aburrida a ratos y exagerada en muchas ocasiones, además de excesivamente larga. Los efectos especiales y el guion parecen no estar por la labor de darle algo de ritmo a la historia. Aunque he de decir que la interpretación de Jonathan Price como Don Quijote es más que correcta, y que aporta algún que otro momento cómico que me acerca más a la novela. También puede verse en su mirada cómo transmite la vejez de espíritu de su personaje, cuando el momento lo requiere.

Todo ello hace que sea una película fallida para mí. Incluso enmarcándola en la fantasiosa filmografía de Gillian parece fuera de lugar. Teniendo en cuenta que ha dirigido títulos tan geniales como Miedo y asco en Las Vegas o 12 monos además de haber sido una pieza clave en Monty Phyton.

Creo que El hombre que mató a Don Quijote es un proyecto que ha acabado por convertirse en estrictamente personal. Apunto estuvo de morir Terry Gillian días antes de estrenarla, a causa de un ictus. Todas las penurias que pasó en aquel primer intento de rodaje representadas con creativa exactitud en el documental Lost in La Mancha han debido transformar la mente del director.

Esto ha sido un reto que ha parecido superar en sinsentidos al propio maestro de la locura. Gillian siempre pensó ser Don Quijote, loco e incomprendido. Pero la realidad le enseñó que él es más bien Sancho Panza, y que la épica de Cervantes permanece tan viva como siempre, encarnando un escurridizo hidalgo que muy pocos se atreven a perseguir. Pero él siguió persiguiéndolo, y eso es algo digno de admiración. No sé, si algún día, alguien será capaz de captar la esencia de la novela y trasladarla a la pantalla, sin perder su calidad. Por lo pronto, deberíamos agradecer a Terry el haber sacrificado tanto sólo por intentarlo. Mientras, seguiremos persiguiendo molinos.

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