Las madres en el cine de Hitchcock

Una de las obsesiones presentes a lo largo de la filmografía de Alfred Hitchcock es la importancia que tienen las madres de algunos de sus protagonistas. Ya en Rebeca (1940), su primera película en Estados Unidos, el personaje de la dama de llaves trata a Laurence Olivier de una manera protectora propia de una madre. Patrón que se repite en La ventana indiscreta (1954) o en Vértigo (1958), en las que Thelma Ritter y Barbara Bel Geddes, que interpretan a una asistenta y a una amiga, parecen las madres de los personajes de James Stewart.

Leopoldine Konstantin en Encadenados (1946)

La primera madre importante de la carrera del director es la que interpreta Leopoldine Konstantin en Encadenados (1946). Por supuesto, no ve con buenos ojos que su hijo, al que da vida Claude Rains, tenga una aventura amorosa con Ingrid Bergman, ya que hasta ahora le ha podido manipular como ha querido y dicha aventura pone en tela de juicio esa relación basada en la sumisión. El poder que tiene sobre él llega hasta el punto de convencerle para envenenar a su amada.

Si tomamos como ejemplo a la madre de Robert Walker en Extraños en un tren (1951), es curioso lo que se parece a su hijo. Si bien no está tan loca como él, que es capaz de asesinar a una mujer sin despeinarse, ve con buenos ojos su insana conducta, algo impropio de una persona en sus cabales. Además, parte del trauma del personaje está basado en el odio que siente hacia su padre, quizá porque da a su madre lo que él querría darle y no puede.

Otra de las madres más icónicas de la carrera del genial cineasta es la que interpreta Jessie Royce Landis en Con la muerte en los talones (1959) —curiosamente, tenía sólo ocho años más que Cary Grant, su hijo en la película—. Se trata de una mujer fuerte e independiente, como las anteriores, pero en este caso no tiene un comportamiento tan nocivo hacia su hijo. Aunque la relación que mantienen, por ejemplo en el hecho de que él la pague porque haga algo, tampoco entra dentro de la normalidad.

En cuarto lugar, la madre más recordada: la señora Bates de Psicosis (1960). En realidad se trata de un personaje inexistente, puesto que al final de la película descubrimos que fue asesinada, pero su sombra está presente en todo momento desde que Janet Leigh llega al famoso motel. Norman se disfraza como ella porque padece un desdoblamiento de la personalidad, como se explica al final. Una de las bases de su conducta es la falta de cariño por parte de ella cuando vivía.

Por último, Jessica Tandy en Los pájaros (1963), una madre que teme que el personaje de Tippi Hedren, que acaba de llegar a la vida de su hijo, pueda darle el amor que ella ha sido incapaz de ofrecerle, como se dice en un momento determinado de la película. Desde el principio trata a Hedren como a una intrusa e intenta convencer a su hijo de que no es una buena elección recordándole escándalos de su pasado.

Jessica Tandy en Los pájaros (1963)

En resumen, se trata de mujeres adelantadas a su época, años cuarenta, cincuenta y sesenta, que tienen una relación con sus vástagos que recuerda a la tragedia griega Edipo. Además, la mayoría de ellas poseen rasgos siniestros, como casi todos los personajes de sir Alfred, lo que las hace más atractivas para el espectador. Hitchcock nunca dio grandes explicaciones sobre su vida, ni siquiera en el libro de conversaciones con Truffaut, El cine según Hitchcock (1966), donde más se sinceró, pero es obvio que esta obsesión canaliza un sentimiento reprimido.

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