El 28 de julio de 1841 fue localizado el cuerpo sin vida de Mary Cecilia Rogers, un caso que conmocionaría a la época y llegaría hasta la nuestra por la más curiosa de las casualidades. Un escritor se interesaría por la noticia y decidiría escribir un relato basado en el caso de asesinato de la pobre joven, que nunca llegaría a resolverse. El autor era Edgar Allan Poe, y su cuento uno de los primeros relatos de género detectivesco que se escribieron en Occidente.

Edgar Allan Poe nació el 19 de enero de 1809 en Boston y murió apenas cuarenta años después. Pese a su corta carrera como escritor su obra puede considerarse prolífica y brillante, anotando el nombre de su creador en los anales de la literatura universal. No solo destaca por haber renovado la novela gótica, pues no hay forma de imaginarnos sus obras sin ese ambiente oscuro y misterioso que impregnaba a tantas de ellas (probablemente con un cuervo sobrevolando el escenario), sino que destacó en muchos otros ámbitos que tal vez no sean tan conocidos.
Por un lado, fue de los primeros en analizar como un género específico el cuento o relato corto, convirtiéndolo en uno de los principales maestros de este, de gran influencia en escritores posteriores. No limitándose a estos logros, Poe fue también el creador de la ficción detectivesca o de investigación en occidente. Y, ¿quién no ha visto una película o serie policiaca, o tal vez haber leído una novela de detectives? Su influencia todavía es claramente observable. Poe fue el germen, sus relatos Los crímenes de la calle Morgue (1841), El misterio de Marie Rogêt (1842-1843), La carta robada (1844) y El escarabajo de oro (1843) las raíces que han crecido hasta nuestros días.
Nace así un género centrado en la resolución de crímenes que requieren de la lógica, de juntar las pistas como piezas de un puzle, analizando los hechos o incluso la psicología de los posibles culpables; siendo la incubadora de personajes tan carismáticos y exitosos como Sherlock Holmes o Hércules Poirot. El mismo Poe ya ideó un protagonista propio, el detective aficionado C. Auguste Dupin, que resolvería la mayoría de crímenes del autor.

Es Dupin precisamente, el encargado de resolver el asesinato de la joven Marie Rogêt. A diferencia de los hechos reales, el crimen se produce en París, el escenario perfecto para construir el ambiente de misterio que impera en la obra. Curiosamente, el texto se nos presenta más como una exposición de los posibles hechos que llevaron a la muerte de Marie, que como una narración. Tal vez porque el relato en sí sea un intento de resolver el caso por parte del mismísimo autor después de que este lo investigara y siguiera su evolución a través de los periódicos.
Pero si hay algo que me gustaría destacar es que El misterio de Mari Rogêt puede considerarse sin duda un ejemplo claro de cómo para un escritor todo cuanto ocurre a su alrededor o de lo que tiene conocimiento es una posible fuente de inspiración. De cómo al crear revisan sus experiencias, las trocean y juntan para idear algo nuevo y diferente. El escritor Terry Pratchett denominaba esta característica de los creadores como the black mill (que podría traducirse como el molino negro). Ya sea que se trata de un acontecimiento bueno o malo, de algo que ocurra a un desconocido, a alguien cercano o incluso a ti mismo, una parte de la mente del escritor siempre se parará a tomar nota, pues este nunca sabe cuándo esa información podría servirle.
Ofrezco por tanto un consejo a todas aquellas personas que sueñan con dedicarse, aunque sea un poco, con la escritura: escuchad y observad, leed, estad al tanto, pues nunca se sabe de dónde puede llegar la inspiración