El entusiasmo de Richard no sólo electrificó a los cuatro Beatles, como si estos hubieran necesitado algún tipo de energía extra, sino que enardeció a una audiencia entregada por completo a la alegría de sentir, dejándose llevar, sin saber, sin ser muy conscientes, del instante que estaba ocurriendo allí, delante de sus ojos: estaban viendo a Dios, después verían a sus cuatro discípulos. Aquella tarde Little Richard estaba especialmente guapo algo que, por otro lado, no era nada excepcional. Después …