Un imperio que es todos los imperios

Basada en la novela homónima y con guión del Nobel de Literatura J. M. Coetzee, Waiting for the Barbarians (2019), dirigida por el colombiano Ciro Guerra, recorre el funcionamiento de un puesto de frontera en un imperio sin nombre.

Cuando a elementos tan importantes en un relato como su protagonista y la formación política a la que responde no le es dado un nombre la pretensión de quien cuenta se torna más abarcativa y todo lo que narra puede ser leído como una gran alegoría. Si bien la novela del escritor sudafricano data de 1980, los imperios y los colonialismos permanecen vivos en el mundo, aunque sea en la forma de sus consecuencias y efectos. Así, los significados que fueron elaborados en la última etapa de la Guerra Fría, con la descolonización de África y Asia prácticamente completada, pueden aún reverberar cuatro décadas después.

El Magistrado (Mark Rylance) es el administrador del gobierno imperial en un puesto de frontera, uno de los tantos puntos que desde adentro se consideran como el fin del mundo civilizado, o mejor, civilizador. Afuera de las paredes del pueblo amurallado, entre el desierto y la montaña (la película fue filmada en Marruecos), se encuentran los bárbaros. El Magistrado, que en algún sentido es un conservador, busca interferir lo menos posible en la vida de los otros. Sus acciones resultan tan poco enérgicas como su voz, vacilante y por momentos apagada.

El Magistrado (Mark Rylance), el buen funcionario, el que cree, quizás, que un buen imperio es posible.

Pero los imperios no nacieron para complacer a sus sujetos sino para subyugarlos, por lo que se materializa en el fuerte la presencia del Coronell Joll (Johnny Depp), un hombre, que como tantos otros, ‘cumple órdenes de sus superiores’ y viene a extender la guerra con toda su violencia a los polvorientos dominios del Magistrado. Contará como segundo al oficial Mandel (Robert Pattinson), tan feroz como su mentor. La opresión liviana deja paso a las sesiones de tortura. Los nómadas son bárbaros, y los bárbaros son enemigos.

El punto de quiebre de la película se da cuando el Magistrado ve el horror en el cuerpo de otro personaje sin nombre, la Muchacha (Gana Bayarsaikhan), mutilada y prácticamente ciega después de varios contactos con las nuevas autoridades del puesto. El moderado Magistrado, al oponerse a lo que pretende ser normal, se verá cada vez más enfrentado a los delegados más autoritarios del imperio.

Guerra realiza un film clásico en su disposición visual, desde la tipografía de los títulos hasta la forma que elige para configurar las escenas de la película, que no tiene ninguna pretensión innovadora ni mucho menos experimental. Depp y Pattinson son los personajes secundarios excéntricos y las caras taquilleras de la historia. Ambos podrían haber sido mejor aprovechados. Luego de una presentación un tanto parsimoniosa el relato encuentra su pulso a partir de la relación entre el Magistrado y la Muchacha.

La película fue filmada en Marruecos.

Allí las alegorías empiezan a desplegarse. El héroe contenido, el faro moral, quizás el que crea que un buen imperio es posible, resulta justamente interpretado por Rylance. No puede haber una épica de la moderación, por lo que la actuación austera del protagonista resulta eficaz. El trabajo de vestuario es notable así también como la fotografía, tanto dentro del fuerte como en el desierto.

Waiting for the barbarians resulta entonces una película clásica tanto en su estructura, como en sus personajes y, particularmente, en el arco narrativo de su protagonista, del que se sirve para exhibir cómo el poder construye y modela a sus adversarios. La guerra es una empresa que necesita enemigos. Quienes la apoyan y fomentan pueden ser luego los primeros en sufrir sus consecuencias. Eso sucederá, claro está, si es que alguna vez los bárbaros se deciden a venir.

Afiche de la película (2019).

La película, presentada en el Festival de Venecia 2019, se estrenó recientemente por internet.

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